Pero con el capitán James Augustus Grant, no con Burton, quien, tras verse absolutamente ignorado, se refugió en el alcohol. Tenía seis años menos que Burton y un interés nulo por las ocupaciones intelectuales. Detestaba la lectura y lo achacaba a que a lo largo de la niñez padecía con frecuencia fuertes ataques de oftalmía, inflamación ocular. La única afición conocida de este hombre introvertido era la caza.
Llegamos a los rápidos de Total Gunga, pese a todas las cautelas, siempre brotan las sorpresas ineludibles, como la que nos dio una enorme cobra con cabeza en rombo en el momento en que preparábamos este paso desde la orilla. Afortunadamente el ofidio pasó de largo sin considerarnos como una amenaza ni como parte de su menú del día. En el último tramo del rápido Bujagali hay que ingresar por un pequeño salto que tiene a la izquierda en donde debes aguantar el primer lance de un rulo muy grande y después te debes mover al centro. Ahí tienes que soportar remando fuerte una secuencia de olas y de rulos para poder salir a un enorme remanso donde al fin puedes coger aire y descansar de la tensión acumulada en el descenso.
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Es más, cada uno de ellos anotaba en su diario los achaques del otro, exagerándolos, para bajar el odio mutuo que se profesaban prácticamente desde el instante en que se conocieron. Años después, en 1889, Henry Morton Stanley documentó la presencia de un curso fluvial en las Montañas Rwenzori, entre Uganda y la República del Congo, que podría ser la fuente del Nilo Blanco. Jalones de la exploración contemporánea dedica múltiples capítulos a la búsqueda de las fuentes del Nilo. África es, sin discusión, el mucho más literario de los continentes. Todavía el día de hoy la búsqueda de las fuentes del Nilo , un secreto inviolado a lo largo de cerca de tres milenios, sigue desatando pasiones entre los entusiastas de la crónica de las exploraciones, muy por encima de otras pesquisas de la misma índole. Comprendí que no podía dilatarme mucho más, continuar acopiando experiencias y sentimientos.
Y lo hice agarrándome además de esto al banco de madera, por el hecho de que las aguas del lago Victoria por el momento no constituían una balsa de aceite; se habían enfadado. No era un gran enfado, por el hecho de que unicamente se levantaban pequeñas ondas, que culminaban en burbujitas a modo de espuma. En solo unos días Speke se había hecho popular, la multitud se agolpaba para escuchar sus conferencias y ahora tenía un encargo para regresar a África para examinar mucho más a fondo las fuentes del río divino.
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Y me acerqué al rosáceo obelisco para cobijarme exactamente en el punto lugar desde donde aquel hombre intrépido y sortudo las había divisado. Porque varios antes de él lo habían intentado, dejando incluso sus vidas en el intento, pero había sido Speke a quien el mundo atribuiría su descubrimiento. Exactamente la misma las descubría yo aquella tarde, que para mí va a ser siempre y en todo momento inolvidable.
Después, una comitiva formada por 132 hombres y numerosos animales de carga se ponía en marcha. Pronto llegaron las anomalías de la salud, como las temidas fiebres, que les acompañaron en todo el año y medio que duró la expedición. La historiografía anglosajona asigna el descubrimiento de las fuentes del Nilo al capitán inglés Speke, que partiendo desde Zanzíbar, encontró su origen en el lago Victoria y descendió después por el Nilo Blanco hasta llegar a Egipto. Hace dos semanas me pasé por la biblioteca del Museo Nacional de Ciencias Naturales en La capital de españa, un remanso de paz donde a veces me oculto en el momento en que estoy en la ciudad más importante. Era un lunes, día en que el museo está cerrado al público, con lo que en la biblioteca, ahora por sí poco frecuentada, solo estábamos la bibliotecaria Isabel y un servidor. En ese apacible recinto suelen mostrar, en una pequeña vitrina, lo que llaman “el libro del mes”, siempre una joya bibliográfica de las muchas que el museo alberga.
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Sin duda no le faltaba habilidad, porque habría de tenerla para poder llegar al pie del casetón sin zozobrar y amarrarlo en uno de sus gruesos postes; sin caerse. Pero más habilidad hube de tener yo, para saltar a la interfaz estática, mientras la barcaza a pesar del atraque no dejaba de removerse, pues las aguas revueltas no cesaban de arremolinarse. Y yo hube de dejar la proa, por el hecho de que Hamza extendió de nuevo su mano, indicándome que me sentara a fin de que no corriera ningún riesgo.
El cerco se estrechaba , aunque el Nilo seguía sorteando todos y cada uno de los esfuerzos por encontrar su cabecera. Es un río con bastante, mucho volumen y veloces de enorme fuerza. Una de las cosas que no conocíamos bien era su bifurcación en distintos canales. Un mismo rápido puede tener hasta seis diferentes canales, que frecuentemente, en la salida tienden a confluir, formando unos trenes de olas inmensos. Pero nosotros no las proseguimos, ni tampoco hemos proporcionado marcha atrás, sino emprendimos nuestro sendero, para aproximarnos a entre las riberas del lago. Que exhibía ramas secas repletas de pájaros bancos y esbeltos, similares a las garzas.
Corrió a buscar ayuda, pero cuando volvió ahora se encontraba muerto. La versión oficial fue que Speke se había disparado sin estimar. Pero el rumor de que se había quitado la vida se extendió como la pólvora. En fin, que mi hallazgo lo había sido, sobre todo, para mí. Luego vi que mi mujer Alicia asimismo lo sabía, tal como mi hermano-tocayo Eguíluz, y etc.
La Real Sociedad Geográfica de Londres resolvió patrocinar una expedición. Burton y Speke, 2 oficiales británicos que prestaban servicio en la Compañía de las Indias Orientales, fueron los seleccionados para encabezarla, con el primero de ellos como jefe oficial. La tarde anterior, Speke, amante de la caza, había salido al campo escopeta en mano con su primo. Los dos primeros tiros los efectuó contra unas perdices. Más tarde se oyó un tercero, pero esta vez contra sí mismo. Su primo lo halló tirado en el suelo con una herida en el pecho.